Vicente Rojo: En el terreno militar, Franco ha triunfado

Vicente Rojo. ¡Alerta los pueblos!
Estudio político-militar del periodo final de la guerra española.

(Jefe del EMC del Ejército Popular de la República)

¡Alerta los pueblos! de Vicente Rojo

¡Alerta los pueblos! de Vicente Rojo

En el terreno militar, Franco ha triunfado:

PRIMERO: porque lo exigía la ciencia militar, el arte de la guerra.

Muchas veces, comentándolo con mis compañeros, con los compañeros que tenían motivo para entender de estas cosas, yo decía: si triunfamos nosotros, tal y como ahora somos, el arte de la guerra, según lo concebimos, y como nos lo enseñaron, vendrá al suelo, porque habremos demostrado cómo una masa que se llama ejército, sin haber logrado una organización; sin cohesión, porque aún no responde fielmente a los resortes de la obediencia y de la colaboración; sin unidad moral, porque en nuestro conglomerado político-militar aún tiene cabida todo y porque se halla minado por múltiples discordias intestinas; sin grandeza de aspiraciones en algunos dirigentes, que anteponen sus intereses personales o partidistas a los de la masa popular, despertando con ello en muchos combatientes las miras localistas antes que las nacionales que mueven a los ejércitos; sin medios materiales adecuados para hacer la guerra, porque los que tenemos son escasos, malos o tardíos y siempre inferiores a los del adversario; sin instrucción, porque no puede improvisarse la de más de un millón de hombres, sin técnicos, etc.; una masa así, decimos, habrá vencido a tropas donde se revelan características totalmente opuestas. Y como esto, decía yo, es contrario a toda suerte de razones naturales, lógicas y positivas, es preciso, para vencer, transformarse.

Por eso nuestro esfuerzo se encaminó incesantemente a mejorar las cualidades del órgano de fuerza, pues sabíamos que el arte de la guerra, el que habíamos aprendido, no era ninguna entelequia y exigía en sus fundamentales principios y en sus reglas elementales, para que mereciéramos el triunfo, mejorar aquellas cualidades.

Nos enorgullecemos de haberlo logrado en gran medida, pero para llegar a la meta faltó lo esencial: la comprensión en las alturas y en el ambiente, donde había cortedad de vista en la concepción castrense, que no supo ver que, mientras subsistiese una dirección política sin ideales verdaderamente unificados, el ejército no podía dejar de ser una agrupación de fuerzas faltas de toda solidez y predispuestas a la pugna, a la revuelta o a la indisciplina.

El triunfo lo ha tenido, pues, el adversario, a pesar de sus errores y torpezas, porque en el campo republicano no hemos podido desarrollar plenamente los principios elementales del arte de la guerra.

SEGUNDO: Porque hemos carecido de los medios materiales indispensables para el sostenimiento de la lucha.

Esta penuria ha sido permanente. Lo fue en los primeros tiempos, lo ha sido durante toda la guerra y fue extraordinaria en la maniobra de Cataluña.

Todos los pedidos de material adolecían de pobreza; nunca se ha adquirido más de la cuarta parte de lo que se pedía y era indispensable, y muchas veces, como en la ocasión de Cataluña, ha llegado tarde.

La escasez de recursos financieros o la visión limitada de nuestros políticos ha dado lugar a que se careciese de las dotaciones mínimas: nos faltaban 400 000 fusiles para tener el ejército armado; los 3/4 de armas ametralladoras, los 5/6 de la artillería y 7/8 de la aviación; esta última cifra representaba lo necesario para igualar la del adversario.

Nuestra industria no ha logrado producir lo preciso para alimentar el desgaste; y, no obstante emplearse el dinero en esta necesidad con esplendidez, nuestra organización industrial no ha sido capaz de producir un solo tipo de fusil, ni de ametralladora, ni de cañón, llegando solamente, cuando había materias primas, a fabricar un avión diario.

Sin embargo, debía ser políticamente necesario sostener al frente de la Subsecretaría de Armamento a un eminente tocólogo, cuya buena voluntad, inteligencia y actividad no ha podido evitar el fracaso industrial. De aquí que nuestra incompetencia e imprevisión en cuanto a la alimentación material de la lucha, nos haya mantenido siempre en condiciones de inferioridad, que ha sido abrumadora durante la última maniobra porque nosotros nos hallábamos en pleno desgaste y el enemigo realizó para ella la máxima acumulación de medios.

TERCERO: Porque nuestra dirección técnica de la guerra era defectuosa en todo el escalonamiento del mando.

De un modo general, todos, incluso los elementos profesionales, no estábamos preparados para los cargos que la realidad nos obligaba a desempeñar —aunque puedan señalarse valiosas excepciones— y la masa de cuadros medios no podía ser debidamente preparada. La guerra moderna es eminentemente técnica. Todos los materiales, medios, armas y artificios (a excepción de los gases tóxicos) que la ciencia bélica pone al servicio de la lucha, han sido ampliamente aplicados, y algunos de ellos, como los aéreos y antiaéreos, en una extensión y con una amplitud proporcionalmente superior a como fueron utilizados en las guerras precedentes.

Pues bien, nosotros teníamos que dirigir nuestras fuerzas, sin mandos preparados para una lucha eminentemente técnica, porque la masa de cuadros, desde el jefe supremo al cabo, eran improvisados y es sabido que a guerra está reñida con la improvisación.

En cuanto a la dirección suprema y a la coordinación de todas las fuerzas, jamás se ha realizado de una manera efectiva. Ha faltado un elemento fundamental: el jefe. Se ha querido desarrollar tercamente una teoría constitucional y no se ha querido vivir una realidad. El mando único, político y militar, ha existido en el papel; pero no se ha podido ejercer la función de mando. También ha existido el jefe; pero tampoco el jefe podía serlo, por una razón elemental: porque no era militar.

El jefe militar tiene una función bien definida en la guerra. Si este jefe falta, la función queda incumplida. Nuestra política no quiso que el jefe militar existiera con plenitud de derechos y responsabilidades.

Sus razones tendría; pero es natural que la realidad se impusiera al artificio y que al adversario le facilitase el triunfo, pues en la batalla, que es la pugna de dos voluntades, ha faltado una.

Vicente Rojo. ¡Alerta los pueblos! Estudio político-militar del periodo final de la guerra española. Editorial Ariel