Cuatro zonas más o menos delimitadas:
- la pirenaica,
- el Ampurdán,
- la Cadena Litoral
- y los Llanos de Urgel o Terraza de Lérida.
La hidrografía no supuso gran obstáculo, aunque en su retirada las tropas del Ejército Popular volaron puentes y viaductos.
La red viaria es extensa tanto en carreteras como en ferrocarril. Poco parecido con anteriores zonas de operaciones en el resto de la Península.
En 1935 la provincia de Barcelona contaba con 1.800.638 habitantes, la de Tarragona con 351.698, la de Gerona con 331.289 y la de Lérida con 324.894.
La Agricultura muy variada y rica. Cultivos de cereales, arroz, viñas y olivos. Extensos bosques. Huertas de frutales y hortalizas.
La riqueza minera también variada y abundante. Minas de hierro, cobre, hulla, lignito, plomo, cinc, antimonio y sal.
Industria potente. Destacan las manufacturas textiles.
Importante y desarrollado Comercio, favorecido por la producción industrial, la abundante red de comunicaciones y el puerto de Barcelona.
En Barcelona hay Universidad y Escuelas de Arquitectura, Ingenieros Industriales, Aeronáutica Naval y Náutica. Extendida por toda cataluña una extensa red de Institutos, Laboratorios y Escuelas de Trabajo.
Importantes organismos del Estado, sede del gobierno de la nación y de la Generalidad.
Cataluña conforma la 4ª Región Militar. Al mando del general Riquelme.
El 19 de noviembre, «Escala» (CG del Ejército del Norte) da una Instrucción general para la dislocación de la masa de maniobra que había participado en la batalla del Ebro.
Hay urgencia en continuar con las operaciones. No se puede dar tiempo al enemigo para recuperarse. El invierno está ya encima y no favorece precisamente el avance.
La ofensiva sobre Cataluña va a ser decisiva. Hasta el momento las dos principales ZOs, Levante y Cataluña, se encuentran a cargo del Ejército del Norte del general Dávila. Franco para descargar a Dávila de responsabilidades secundarias, en estos momentos la ZO de Levante, decide crear un nuevo Ejército que se haga cargo desde el enlace con el Centro al Mar.
En la Instrucción General de fecha 26 de noviembre, Franco señala
«He resuelto que el actual Ejército del Norte se divida en dos».
Se crea el Ejército de Levante, que se desgaja del Ejército del Norte. Al mando del general Orgaz.
Constituido por
- el Cuerpo de Ejército de Castilla, con dos Agrupaciones de Divisiones (Divisiones 15, 52 y 85 y Divisiones 3, 81 y 152)
- y el Cuerpo de Ejército de Galicia, con las Divisiones 55, 83 y 108,
- más dos Brigadas de Caballería.
El 1 de octubre de 1938 el presidente Negrín aprueba una reorganización del Ejército. En líneas generales:
- dos Grupos de Ejércitos de composición variable;
- seis Ejércitos, también de composición variable;
- 23 Cuerpos de Ejército, de dos o tres Divisiones cada uno, más un Cuerpo de Ejército Especial;
- 70 Divisiones, de dos o tres Brigadas;
- 200 Brigadas de línea;
- dos Agrupaciones de Defensa de Costas;
- dos Divisiones de Tanques y Blindados;
- cuatro Brigadas de Defensa contra Aeronaves (DCA);
- cuatro Brigadas y dos Regimientos de Caballería,
- y Unidades Especialistas diversas.
El Ejército Popular sigue siendo sobre el papel una Fuerza Armada poderosísima.
Los dos Grupos de Ejércitos son
- el G.E.R.O. (de la Región Oriental)
- y el G.E.R.C. (de la Región Central).
El general Hernández Saravia continúa al mando del G.E.R.O., JEM el coronel don Aurelio Matilla.
Sigue con sus dos Ejércitos,
- el del Este
- y el del Ebro.
El frente correspondiente al Ejército del Este primero se extiende desde la frontera hasta la confluencia con el Segre de su afluente el Corp. El Ejército del Ebro desde ese punto al mar.
A pesar de los esfuerzos realizados, la difícil situación en hombres en la que se encuentra la zona catalana no permite cubrir las bajas de los dos Ejércitos tras la batalla del Ebro . Se debe tener en cuenta en este punto la opinión de Vicente Rojo
En el otoño se llama a tres reemplazos, los de 1922, 1923 y 1924. Aunque los desertores y prófugos eran numerosos, según Ramón Salas, el total de soldados y fuerzas de Orden Público llegó a la cifra de 300.000 hombres. Las Divisiones debían tener de 11.000 a 12.000 hombres. Numéricamente eran superiores a las Divisiones nacionales:
«La diferencia entre unas y otras no era cuantitativa sino cualitativa.»
En cuanto al armamento, Ramón Salas llega a las siguientes cifras:
125.000 fusiles, 5.000 armas automáticas, 100 piezas de artillería de acompañamiento, 357 piezas de campaña y 200 antiaéreas: «más de 650 piezas, sin contar las fijas de costa ni las que se encontraban aparcadas en parques, talleres, cuarteles y fábricas, que situarían el total muy cerca de las 800.
Blindados y los tanques, con un total próximo a los 200 vehículos.
El punto débil está en las fuerzas aéreas. Jesús y Ramón Salas concluyen que la proporción de aviones era de 5 a 3, a favor de la Aviación nacional.
Tagüeña
Iban llegando reclutas a las unidades, pero la mayoría eran emboscados procedentes de los infinitos destinos de retaguardia, desertores amnistiados, ex-prisioneros y movilizados de quintas antiguas, todos sin moral de combate. Las divisiones llegaron a tener unos seis mil o siete mil hombres, con batallones de 300-400 soldados, la mitad recién incorporados. Los fusiles bastaban, pero apenas recibimos armas automáticas. Íbamos a empezar la batalla de Cataluña con las armas desgastadas en la batalla del Ebro.
Vicente Rojo, Alerta a los Pueblos, Informe, 06DIC38, a Negrín
La situación propia
Presentamos la realidad con toda su crudeza, no para despertar ideas pesimistas, sino principalmente para poner bien de relieve que el esfuerzo que ha de realizarse ha de ser extraordinariamente considerable en todos los órdenes.
Nuestras unidades, desgastadas en el Ebro, aún no han podido recuperar gran parte de sus bajas accidentales y aunque las definitivas que han tenido, pueden calcularse entre diez y quince mil, ) no han sido cuantiosas, debido a que por las numerosas exenciones del servicio la mayor parte de los reemplazos movilizados no han bastado para cubrir las unidades, se hallan muy mermadas en sus efectivos. La incompleta dotación de armamento que ya tenían al comenzar la maniobra del Ebro, no sólo no ha podido ser subsanada sino que se ha acentuado gravemente por las cuantiosas pérdidas habidas en los cuatro meses de lucha, durante los cuales no se ha importado prácticamente nada. La artillería está muy desgastada, además de ser escasa, y puede afirmarse, sin temor a error, que al tercer día de fuego tendremos en reparación aproximadamente el 50 por ciento de las piezas. Nuestras posibilidades materiales y humanas se hallan, pues, muy limitadas, y aun cuando contemos con un ejército en la región catalana que rebasa los 220 000 hombres, resulta, por su dotación de medios, inferior a 100 000 (incluidos los servicios).
El proceso de infiltración de la desmoralización de la retaguardia hacia el frente resulta siempre fatal e inevitable.
Luis Romero, sobre las condiciones personales de los nuevos reclutas incorporados a la lucha tras el decreto del 18 de agosto de 1938, firmado por don Juan Negrín, como presidente del Consejo de Ministros, muchos de los cuales, los que sobreviven al Ebro, lucharán en Cataluña
«En la zona republicana estaban movilizadas numerosas quintas (más que en la nacional) y nuevas llamadas de reemplazos sólo podían aportar contingentes de muchachos cuya extremada juventud, unida a su falta de entrenamiento e instrucción, les hacía poco aptos para el combate, o adultos, que tanto por su edad como por su condición de padres de familia, se hallaban mermados en sus facultades bélicas. Cárceles, campos a los que se llamaba de trabajo, prisiones militares en cuarteles, castillos y otros locales habilitados en las ciudades o en la proximidad de las grandes unidades, se encontraban repletos de soldados sometidos o no a procesos, o condenados. Tan elevada población penal (sumada a los numerosos presos políticos) creaba un problema de difícil solución, pues si peligroso y contraproducente resulta el empleo de la mano dura, contraproducente y peligroso es, asimismo, el empleo de la mano blanda. Numerosos eran aquellos que por desafección, pusilanimidad o cansancio, oportunismo, desengaño o rabioso deseo de conservar la vida aun a riesgo de jugársela, se encontraban ocultos en ciudades, pueblos, aldeas y refugios de diversa índole, de los cuales eran desalojados y detenidos en batidas que exigían costosos despliegues de las fuerzas de orden público y que se resolvían aumentando el número de los presos.»
«Decidió el Gobierno afrontar estos problemas y solucionarlos de un golpe; a tal efecto promulgó el decreto que, además, se hallaba de acuerdo con el espíritu de los trece puntos que centraban en aquellos días la política y la propaganda. Se intentaba, por un lado, disminuir la agobiante población penal y, en cierta medida, desbaratar y dispersar aquella difusa y fantasmagórica quinta columna que ni siquiera la enérgica y eficaz acción del SIM había conseguido erradicar».
Manuel Tagüeña
«Iban llegando reclutas a las unidades pero la mayoría eran emboscados procedentes de los infinitos destinos de retaguardia, desertores amnistiados, exprisioneros y movilizados de quintas antiguas, todos sin moral de combate»
Zugazagoitia
«Los soldados de las últimas movilizaciones daban un rendimiento muy escaso, por no decir nulo. La vida en las trincheras, habiendo dejado a la espalda un hogar, sobre cuyo bienestar económico no podían hacerse la menor ilusión, les producía náuseas y, siempre que había ocasión, desertaban, para ir a ocultarse en la retaguardia.» «Los motivos de irritación eran muchos y de carácter permanente. El optimismo que llamaremos oficial se complacía en ignorar esa verdad palpable. Se alimentaba con las fórmulas de la propaganda»
Informe del 23 de noviembre, de Rojo al presidente del Gobierno y ministro de Defensa, Negrín
«La moral de guerra sólida y firme, necesaria para llevar las unidades a operaciones activas, se cuartea por las luchas políticas y divergencias entre unos y otros combatientes, y por ello es conveniente que se tenga en cuenta ese estado de moral antes que comiencen las operaciones, y más si éstas van a tener alguna trascendencia. Los combatientes constituyen hoy el puntal más firme de la República; pero por los derroteros que están llevando a la opinión pública quienes mantienen la responsabilidad del Gobierno y de la dirección de la guerra es posible, si no seguro, que esa fortaleza se quebrará si pronto no se pone remedio a un estado de cosas cuyo inmediato perjuicio va a ser, desde luego, el fracaso de cuantas operaciones militares vayan a intentarse »
La lucha es intensa, las capacidades internas, en ambos bandos, son insuficientes para satisfacer las necesidades en armamento y equipamiento imprescindibles para mantener las operaciones. Se precisa mantener, o incrementar, a toda costa los suministros que llegan del exterior.
Franco pidió a Alemania una importante remesa de armas para equipar tres Divisiones. También aviones. La ayuda llega pero ya dentro del año de 1939, cuando realmente ya hacía poca falta. Los nuevos aviones Me-109-E aterrizaron a mediados de enero en León y no actuaron en Cataluña.
La penuria de armas era muy superior en el Ejército Popular. Rojo trata extensamente del tema
«en la retaguardia se realizó una recogida de armamento, lográndose poder enviar al frente algunos millares de fusiles y menos de 50 armas ametralladoras»
Esto no bastaba. Se necesitaba más armamento portátil y también aviones, cañones y carros. Se habían hecho las peticiones oportunas, que serán satisfechas aunque no con la urgencia esperada.
La primera remesa llega a finales de diciembre. Luego llegan otras atravesando la frontera francesa las últimas entre el 19 y 23 de enero. La frontera francesa nunca fue cerrada totalmente. (Simeón Vidante, exministro de la República, asegura que al frontera siempre estuvo abierta entre el mes de junio de 1938 y el de enero de 1939).
Tagüeña habla de las remesas de material, tema que enlaza con el del mal funcionamiento de la industria militar o militarizada, que no llevó el ritmo y la eficacia que demandaban las circunstancias, por apatía, desorden e intencionado «trabajo lento».
«Delegados del Partido Comunista que nos visitaron en aquellos días de diciembre, aseguraban que pronto llegarían grandes cantidades de armamento y que se estaban organizando nuevas unidades, brigadas y batallones de ametralladoras, para cuando se recibieran las armas prometidas. No eran falsas promesas dedicadas a levantar el ánimo
pero, desgraciadamente, esta vez el enemigo no nos dio tiempo suficiente para que se desarrollaran nuestros planes y comenzó la ofensiva cuando apenas los primeros envíos de material de guerra se acercaban a la frontera francesa, que iba a ser de nuevo abierta. Además, no hay duda que la falta de unidad en nuestra retaguardia, junto con la debilidad de las autoridades, hizo que no se aprovecharan, ni con mucho, todas las posibilidades que en hombres y en armas, teníamos en nuestro territorio. Esto, unido al cansancio de tantos meses de guerra, explica el desplome vertical de la producción de nuestra limitada industria militar y el fracaso completo de las medidas de aprovisionamiento de nuestras ciudades, donde la población civil no conectada con el ejército o con los comités de partidos o sindicatos, pasaba hambre»
La idea permanente desde el inicio de la guerra de establecer una serie de grandes líneas fortificadas que defendiesen el territorio catalán se activa con el rápido avance de las fuerzas nacionales en el valle del Ebro a partir de marzo de 1938.
El 4 de abril el jefe del Estado Mayor Central, el general Vicente Rojo, da unas «Directivas para las líneas sucesivas de defensa en Cataluña». Era la jornada en que se iniciaba la ocupación de Lérida y se perdía Gandesa. Ya se prevé el corte del territorio propio, la llegada al mar del adversario y el posterior ataque general sobre Cataluña.
Según las Directivas, la misión general del entonces Ejército del Este
«impedir la progresión del enemigo de Oeste a Este y proteger a toda costa las comunicaciones de la España leal con la frontera».
Para ello se construirán con urgencia una serie de líneas fortificadas, que protegerán el territorio. Serán seis numeradas de la L-1 a la L-6. El documento es muy impreciso y el trazado de las líneas que vagamente se describen sufrirán sensibles variaciones.
Un documento del Ejército del Este, de 6 de mayo, hace referencia a otro del 1 de ese mes, que debía contener una serie de instrucciones generales.
El del día 6 se refiere exclusivamente a los trabajos a ejecutar y su urgencia imperiosa. Se señala, en primer lugar, que
Siendo la misión de este Ejército [del Este] mantener, sin idea de repliegue, nuestras líneas, para hacer frente a cualquier ofensiva que el enemigo pueda desarrollar, es preciso impulsar al máximo los trabajos de fortificación». Nadie debía dejar de contribuir a esos trabajos, ya que cualquiera que fuese su misión podía dedicar a aquéllos al menos «Un par de horas a la construcción de trincheras y refugios». Ninguna herramienta debía permanecer inactiva. Si no hubiese bastantes «Se establecerían turnos de trabajo». Más aún: la fortificación de las posiciones ocupadas era «un acto del combate y no misión de las tropas de Ingenieros, sino de la guarnición respectiva». Esas tropas sólo acudirían en auxilio de los infantes cuando los trabajos exigiesen una mano de obra o dirección técnica especializada. En los demás supuestos el jefe de cada pequeña unidad sería responsable de la actividad fortificadora de sus soldados. Los mandos de las Grandes Unidades contarían, eso sí, con un asesor técnico del arma de Ingenieros. Las tropas habrían de trabajar ocho horas cada día, y si el trabajo fuese de noche, seis. Debería haber un día libre a la semana.
La orden daba otras muchas reglas de tipo «laboral». De momento se daba preferencia a la construcción de abrigos o, al menos, de zanjas profundas para defenderse de la aviación.
La L-1, serie de obras muy numerosas levantadas sobre la zona de contacto con el enemigo de los Ejércitos del Este y del Ebro. Frente a Amposta y Tortosa se habían construido a retaguardia de la principal, tres líneas complementarias. Las tres cabezas de puente nacionales estaban rodeadas de verdaderos campos atrincherados.
Entre las líneas 1 y 2 se encuentran dos sistemas especiales de fortificación:
- la llamada «Posición de Enlace»
- y la «Línea del Canal».
La primera defendía muy particularmente las localidades de Falset, Pobla de Granadella y Espluga Calva.
La Línea del Canal, de Urgel, consistía en una enrevesada madeja de obras que se apoyaban en las acequias del mismo, con varios espacios cerrados de defensa, como los de Preixens y Coldelrat, tratando este último de impedir la ocupación de Artesa de Segre.
La L-2 parte de Tarragona, pasa por las localidades de Montblanch, Ciutadilla, Tárrega, Cervera, Pons, Basella, Coll de Nargó y Seo de Urgel. Las fortificaciones se escalonaban en profundidad.
Al comenzar la ofensiva nacional, el 23 de diciembre el estado de construcción de estos dos sistemas era alto. Las restantes líneas apenas si se encontraban definidas. Faltó tiempo.
Los proyectos eran importantes desde los primeros momentos.
Un documento de 6 de junio de 1938, con un plan general de organización del Canal de Urgel, señala seis centros de resistencias y 15 de apoyo sólo para defender Artesa de Segre.
Los planes de construcción eran técnicamente buenos. Ya en el documento de 5 de agosto se hace referencia a que la organización defensiva del terreno ha de llevarse a cabo
«a base de islotes y de elementos de resistencia, compuesto de un nido de ametralladoras blindado, trinchera activa, pozos de tirador, refugios de minas y zanjas de comunicación ». También «puestos avanzados en el mismo borde del Canal, compuestos de pozos de tirador para cinco hombres, separados unos 30 metros y enlazados entre sí y con la posición de resistencia con zanjas de comunicación». Los nidos de ametralladoras se construirán de hormigón, con blindajes también de hormigón; siendo los muros de 60 centímetros y los techos de 80. Y los refugios se practican «en galería de mina, de capacidad para sección o pelotón.
En un Informe de 26 de noviembre, del Ejército del Este, se rechazan las líneas continuas de trincheras, que deben ser reemplazadas por islotes aislados, elementos de resistencia, puntos de apoyo y centros de resistencia, con apoyo mutuo de fuegos, que convierta todos los espacios en prácticamente infranqueables.
Se ordena barrear caminos, ríos y barrancos, organizar una tupida red de observatorios y compartimentar el terreno para los contragolpes. Se habla detalladamente de destrucciones, defensa antitanque, abrigos contra aviación, etc., etc., señalándose las dificultades de todo orden (humanas y materiales), que se estiman muy grandes.
«No obstante la falta de medios en personal y material, la fortificación del Ejército está bastante adelantada.»
Figuran ya construidos 1.733 nidos de ametralladoras, 310 refugios, 115 kilómetros de alambrada y varios centenares de trincheras activas y de comunicación, más un centenar de kilómetros de pistas para medios automóviles.
Se ha elaborado también un completo Plan de Destrucciones.
Existió siempre en Cataluña el miedo a un desembarco enemigo.
Se organiza la Defensa de Costas con diversas Unidades. A partir de la ofensiva nacional de Aragón, la situación obliga a desplazar Unidades de la Defensa de Costas a reforzar a las Unidades en línea. Al comenzar la invasión de Cataluña sólo quedan en la línea de la costa algunos destacamentos de carabineros y paisanos.
La preocupación del mando republicano por estos posibles desembarcos era conocido por el alto mando nacional. El 11 de diciembre el teniente coronel Barroso, jefe de la 3ª Sección del Cuartel General del Generalísimo, propone la difusión por el S.I.P.M. de noticias falsas sobre iniciación de operaciones de desembarco en la costa catalana, con preparaciones simuladas de la operación e incluso con embarque de fuerzas en Baleares. Campaña de decepción con el objeto de desmoralización de la retaguardia y traslado de fuerzas a la costa en detrimento de otros frentes.
Pero hubo algo más real. El almirante Cervera dice que el Generalísimo le ordena estudiar la cooperación de la Escuadra en un posible desembarco de cuatro batallones en un punto de la costa catalana que facilitara el avance del Cuerpo Marroquí. Se piensa en Hospitalet, entre la desembocadura del Ebro y Tarragona. Se llegó a preparar la fuerza, buques de guerra y todo lo necesario para llevar a cabo la operación. El rápido avance de las Divisiones nacionales no hizo necesaria la ejecución de la operación.